lunes, 18 de febrero de 2013

El ritmo del saxo

Buenas a todos. Hoy vengo con una reflexión sorpresa. No es mía, ya lo adelanto. Resulta que a lo largo de mi vida he tenido la suerte de ir encontrándome con algunos ejemplos o modelos de vida que me han marcado y me marcarán siempre. Uno de estos modelos es una chica llamada Anaïs, que afortunada y milagrosamente es mi novia. Realmente siempre he pensado que pensábamos muy parecido, pero esta reflexión suya me ha hecho ver que coincidimos transparentemente. Es una reflexión muy buena sobre las parejas hoy en día; aquí os la dejo. Si os gusta, también os dejo la dirección de su blog, donde encontraréis más obras maestras. 

La sociedad de hoy en día es la sociedad del estrés, de las prisas, del ahora mismo y cuanto antes. Parece ser que los días se hacen cortos, que la vida presiona al individuo y que el propio tiempo va contrarreloj. Por culpa de tantas prisas, hay veces en que querríamos, literalmente, que el tiempo fuera contra-reloj. Dar marcha atrás para evitar muchos traspiés.
 
Los traspiés a los que me refiero en estos momentos son los amores, “tempo allegro” de nuestras vidas. Como si de música se tratase, las parejas son bandas. ¿Cuántas veces los músicos han puesto todos sus esfuerzos en un grupo para separarse años después? ¿A cuántos fans, fruto de su música, habrán dejado huérfanos los artistas divididos? Muchas de ellas se juntan a la aventura, sin pensar si de verdad eso es o no factible, sostenible, compatible o incluso correcto. ¿Y quiénes son luego los perjudicados? Los fans, los pequeños e inocentes fans, que creen que sus mayores ídolos nunca pueden errar. Familias divididas, hijos sin hogar…
 
Y todo eso por no haber practicado más la técnica musical. Hablo, por ejemplo, del saxo. Una pareja de saxofonistas. Uno de ellos, apasionado, sin miedo a la opinión del público, nada más recibir el instrumento, desea fervientemente exhibirse en un escenario. Sin embargo el otro, más prudente, dedica un tiempo para conocer a fondo el mecanismo del saxo, investiga lo que está bien y lo que está mal, pregunta sin miedo a sus maestros. Aguarda tanto a salir, que con toda seguridad, sabe que no va a fallar. Practica años y años antes de lanzarse al mundo discográfico, en donde si el músico no tiene un estilo bien definido, bien puede ser objeto de manipulación, para finalmente verse envuelto en un negocio del que se arrepentirá de por vida.
 
Veo necesario conseguir que se recuperen ciertos aspectos del arte clásico. Un poco de calma para frenar  las agujas de un metrónomo demasiado acelerado a causa de estos nuevos estilos de vida. Una nota tocada a destiempo puede arruinar la armoniosa sucesión de la obra. Dejarnos llevar, sí, pero sabiendo hacia dónde nos conducirá el siguiente compás."

Queroliita 

Extraído de www.bl0g0s.blogspot.com

domingo, 13 de enero de 2013

El armario emocional

              Hola a todos y feliz año. Inauguro el 2013 en este blog con un tema de sentimientos, ya que hace mucho que no escribo. Hoy vengo a preguntarme sobre la persona humana. No vengo a dejaros aquí un enorme y filosófico discurso sobre el ser humano y sus orígenes. Vengo a preguntarme qué nos hace sentir, sentir emociones: felicidad, amor tristeza o necesidad. 

             Una cosa que debéis saber de mí es que quiero ser médico y lo supe desde hace 3 años (con 14-15 años). Por ello sé que actualmente la felicidad y la tristeza están asociadas a la presencia/ausencia de oxitocina y dopamina fundamentalmente ( una pareja de hormonas asociadas al amor y a la felicidad). 

         Lo que  me preguntaba es por qué yo,(espero que al igual que otros pocos en el mundo) tengo que sentir tanto. Supongo que sabréis que hay diferentes maneras de sentir (en función de la intensidad). Desde hace ya unos años me he catalogado a mi mismo como un hipersensible moderado en cualquier aspecto (no sólo en aspecto físico sino en emotivo). Y no lo digo en la absurda y extendida connotación sensible = llorar. Me refiero a que las cosas (tanto buenas como malas) me afectan bastante más, me llegan más que a la gente que tengo alrededor. 

        Al principio y de primeras esto puede parecer muy bueno porque por ello puede parecer que medito más las cosas y que las alegrías dejan mayor huella en mí. Pero a veces es cansino, porque al igual que lo hay para bien, lo hay para mal. Estoy hablando de que esto presenta una dualidad don/maldición, esto es, que cuando subes, subes más que el resto; pero cuando bajas, bajas más que el resto (emocionalmente hablando), y casi que son esas veces cuando prefieres quitarte esa característica tuya, arrancártela y depositarla en una cajita, cerrarla y decir "me merezco un descanso", sólo quiero descansar de pasarlo "más mal que el resto de personas que me rodean, o al menos que lleguen alegrías buenas que compensen encarecidamente esos malos ratos".

      Tras investigar en el mundo del que yo me considero (mundo médico), encontré que la hipersensibilidad física se define como "hiperestesia". Tal vez podríamos describir mi condición como una "hiperestesia emocional moderada" (el término es creación propia, no tiene ningún referente médico). Le sumo el adjetivo "moderada" porque pienso que aún describiendo esto como "hiperestesia emocional", no creo que llegue a ser tanto lo que me ocurre como para llamarlo asi (es decir que cuando veo algo malo no empiezo a derramar un mar de lágrimas ni a tender tendencias suicidas como le sucedería a un hiperestésico emocional). 

     Pero aún así os digo que por desgracia en esta vida lo normal es moverse escasamente unos cm. de la línea del no sentimiento (neutralidad) hacia arriba o hacia abajo  (por eso la felicidad es tan deseada, porque a pesar de que hay momentos, días, temporadas felices esto no es lo normal, sin embargo recaer en una tristeza sí que es común porque en la vida suele haber una tendencia negativa).


   Después de tanto vocablo y término extraño (que espero que no os haya echado atrás en la lectura), me gustaría aclarar que esta entrada no es una queja de vida ni nada por el estilo. Es simplemente un guiño hacia esas personas que (por suerte Y por desgracia) tienden a sentir más que el resto de la gente. 
   Aunque también es una llamada al resto de personas que circula por el mundo exterior para que sepan que  existe gente así. Que tal vez lo que para ellos es una lágrima o una sonrisa, para otras personas quizás sean motivos para dejar de pensar o para saltar y gritar de felicidad. Personalmente estoy seguro de que un alto porcentaje de gente que le pasa esto cambiaría sin dudarlo esta característica por la normalidad. Y si me preguntáis que qué haría yo, pues os diré la verdad (la realidad): jamás. Sé que si existiera esa cajita donde guardar los sentimientos un rato o un armario en el cuál pudiera colgar en perchas cada uno de mis sentimientos y mi conciencia me dijera qué ponerme en función de adonde fuera, sin duda no lo haría porque personalmente pienso que es mas un don que una maldición, a pesar de que  a veces sea duro sentir más que los de tu alrededor. Tal vez algún día deje de ocurrirme esto, (ojalá no) ; a lo mejor mi mente es capaz de si bien no eliminar esto por lo menos ocultar en algún rincón de mi cabeza  esta hiper-emotividad, pero sé que eso no me va a cambiar porque yo ya estoy formado y la persona que soy, el ser humano que soy ya ha terminado su etapa de formación para empezar, espero que con éxito una nueva etapa de mi vida, de 18 años hacia arriba.

       Mingus, M.D.